Animación
de Autor: Arte que muta
El
Planeta Indie Rosarino
Animación
de autor: arte que muta
Disciplina de experimentación permanente, suma realizadores
y gana espacio en pantallas alternativas. Un festival especializado, que se hizo
en Córdoba, dejó muchas y buenas reflexiones sobre su presente y futuro
Una rana quiere seducir a un
bambi, pero no lo logra y se transforma en un tigre. Tampoco tiene suerte; elige
entonces ser un mono poeta. Nada. El corto termina (mal) y comienza el
siguiente: un conserje de plastilina, de un hotel viejo pero elegante, se
enamora de un insecto, en una historia que podría ser inverosímil, pero es de
lo más tierna... Miles de mundos, seres extraños. La animación es, para la
mayoría de sus realizadores, una forma de expresión personal, deshinibida y
muchas veces furiosa. Este "arte gemelo del cine" -como lo define el
historiador Giannalberto Bendazzi, ver aparte-, que surgió casi a la par de su
"hermano" y tiene sus propios códigos y reglas, está ganando espacio
en las pantallas alternativas: en el Festival Internacional de Mar del Plata se
presentó un resumen (en imágenes) de la historia de la animación criolla y se
realizó un homenaje al rosarino Luis Bras; en la reciente edición del Bafici,
la animación de autor tuvo, por primera vez, un lugar de privilegio, con
proyecciones y visitas ilustres como las de Bill Plympton y Caroline Leaf; el
Malba y el Goethe-Institut presentan en estos días un ciclo dedicado al cine
alemán de los años 20, con énfasis en los orígenes del cine de animación
(ver página 6), y en Córdoba se realizó, hace diez días, la tercera edición
del Festival Anima, un encuentro que sorprende.

Ser o no ser cine. La cuestión, que muchos discuten, a pocos de verdad les
importa. Hay animación que se estrena en salas comerciales, compite en
festivales clásicos (de cine) y es vista por millones de personas ("Los
increíbles" y "Patoruzito" fueron dos de las tres películas más
vistas de 2004), con un respaldo de marketing difícil de igualar. De allí
también surgen autores: los creativos de Pixar, por ejemplo, suelen tener sus
propios cortos, donde despliegan su talento sin necesidad de satisfacer las
"demandas" del público. Pero, sobre todo, estas grandes producciones
abren nuevos caminos sin intención de hacerlo: como fuente laboral inigualable,
permite el surgimiento de nuevas camadas.

En el país, desde fines de los años 90 se realizaron más largos animados que
en toda la historia. Mientras también crece la disciplina en la publicidad, son
muchos los jóvenes que ven una fuente de ingreso y se vuelcan hacia allí, en
espacios formativos ya clásicos como la escuela de animación en Avellaneda
(IDAC), la nueva carrera de la Universidad del Cine o en decenas de talleres en
el país. Muchos provienen del comic, área cuyas puertas se han cerrado (casi
no quedan publicaciones). A medida que más gente se suma al aprendizaje, van
apareciendo nuevos artistas.
La Red ayuda, para conectarse y difundir el material. Las expresiones criollas más
arriesgadas y atrevidas suelen encontrarse allí. También en muestras de cortos
y, ahora, en un festival internacional como el Anima: con seminarios y clínicas
especializadas, la sección competitiva fue el plato fuerte del encuentro cordobés.
Se trató de una selección de material de 41 países. "Creo que llegamos
al límite, porque todo es de onda y nos supera. Somos docentes y esto lo
hacemos casi a pulmón", comenta Alejandro González, director artístico
del Anima. La idea había surgido en el Centro Experimental de la Cátedra de
Animación, de la carrera de cine de la UNC. En 2001, se sumó el Centro
Cultural España Córdoba y se largó la primera edición del encuentro, aún
sin nombre: "Queríamos un lugar de intercambio, porque los animadores
estaban repartidos y no había contacto. Se recibieron 60 trabajos". En
2003, surgió el nombre Anima y llegaron 250 cortos. Este año, las 700 películas
recibidas, dicen, los superó. "Si se hace el próximo, deberá ser con más
ayuda", agrega, sin resignarse. En Córdoba hicieron punta y esperan poder
continuarlo.
Producción y textos: Martín Wain
Stop Motion con voz oriental
§
Cuadro por cuadro: para cada toma,
hay que mover el objeto milimétricamente o cambiar apenas el dibujo. "Por
nada del mundo toquen la cámara", le dice el uruguayo Walter Tournier a un
grupo de docentes de la escuela de animación de Avellaneda (IDAC) que viajó a
Córdoba para participar de su clínica de Stop Motion, realizada en el Anima.
Experimentar con estructuras profesionales -en lugar de alambre, por ejemplo- es
sólo una de las motivaciones de la veintena de participantes. "El interés
por esta técnica crece muchísimo -dice Tournier-. Expresivamente es distinto
al 3D y tiene el elemento artesanal que le da más riqueza."

La animación de este tipo
requiere de paciencia zen. Juan Pablo Zaramella, por ejemplo, para su corto
"Viaje a Marte", avanzaba sólo cinco segundos de película por
jornada de ocho horas. El utiliza 12 fotos por segundo. "Animar es mucho más
que aprender una técnica -agrega Tournier-. Yo prefiero 24 cuadros por segundo,
porque el mayor tiempo, una vez construidos los muñecos y la escenografía, ya
está invertido. Así se obtiene una animación mucho más fluida." Según
el uruguayo, el Stop Motion es más representativo para los realizadores de esta
región, en comparación con otro boom de la animación: el 3D. "Siempre
vamos a estar lejos de los centros que deciden el desarrollo de la tecnología,
mientras que técnicas con dibujo, plastilina, muñecos e incluso arena están más
a nuestro alcance. Estamos en una etapa en que América latina debe tomar más
en serio la realización y tenerla presente en su pantalla, sobre todo de
televisión, para tener contenido más nuestro. Los europeos tuvieron que armar
cartoons muy propios para proteger su identidad cultural de la cantidad de
material norteamericano. Contrarrestar esa fuerza es algo que ahora se puede
hacer también acá."
En camino del largometraje
Juan Pablo
Zaramella: el realizador de las multipremiadas "El guante" y "Viaje a
Marte" está escribiendo, con Mario Rulloni, su primer largo. "Creo
que será con muñecos, aunque no de plastilina. El largo es, sobre todo, por
una necesidad narrativa. Ya no pienso trabajar tan solo, como en Viaje..., que
fue una locura. Nunca repetiría eso."
Juan Antín: "Los
dioses de lata", en preproducción, será un film sobre la conquista de América,
desde la perspectiva indígena. Experimental desde la técnica (en base a
recortes, con Stop Motion y 2D), contará con unas 20 personas (una estructura más
chica que "Mercano...", que era animación más tradicional). En
coproducción con Francia, estará listo en un año.
Ayar B: la
cabeza más delirante de "Mercano..." avanza con "El sol".
El guión (sobre "unos chaboncitos que son más felices después de una
guerra nuclear", explica Ayar) está listo, igual que los borradores. Esta
semana ganó en Rotterdam una "ayuda para desarrollar el proyecto".
Los dibujos son de él y el arte de Martín Castro. Habrá 2D y mucho 3D.
Giannalberto Bendazzi, el historiador: "El ideal de la
animación es el corto"
§
CORDOBA.- Domingo 1° de Mayo, mediodía.
Giannalberto Bendazzi se muestra agotado, después de cuatro días de ver
cortometrajes. Historiador y periodista, su especialidad es la animación.
Escribió once libros sobre el tema; uno de ellos, "Cartoons", es el
único que existe sobre historia de la animación mundial. Invitado por el
Istituto Italiano di Cultura Córdoba, estuvo por primera vez en el país en el
marco del Anima 05, para integrar el jurado, actividad que realiza desde 1979.
"Fui jurado por primera vez en Annecy, junto con Caroline Leaf. Teníamos
33 años, éramos los más jóvenes. Después nos hemos cruzado en todos los
rincones del mundo, incluida Córdoba."

-¿Disfruta de
esta tarea después de tantos años?
-Es agotadora, pero hay
cosas más cansadoras, como integrar un comité de selección. Fui también
jurado en Annecy, en 1984, donde tuve que mirar 600 films.
-Pidió
vacaciones después...
-No, pedí un ataúd.
-En Anima vio más
de cien. ¿El nivel es diferente del de otros festivales?
-Acá los cortos se ven en
video y en general se exhiben en una sala. Pero la calidad es muy similar.
-En cine se suele
destacar al realizador que hace un largometraje, pero en animación la mayoría
sólo hace cortos. ¿Es menos animador por eso?
-Todo lo contrario. En mi
opinión, la animación tendría que ser de cortometrajes. Hay buenos largos;
Miyazaki ("El viaje de Chihiro") es un genio. Pero son la excepción,
porque la medida real de animación es el corto. Se trata de un lenguaje muy
condensado: lo que se puede decir en diez minutos de animación se dice en una
hora de imagen real.
-¿Qué material
disfruta más?
-Los cortos no narrativos
son los que más me gustan. Por ejemplo, los de animación abstracta.
-En cuanto a los
cortos narrativos, ¿no cree que faltan historias?
-Veo dos grandes carencias
en la animación actual. Primero, los guiones; en general los animadores no
saben qué contar, algo que también pasa con los cineastas. Segundo, hay
problemas en la banda sonora, muchos errores en ese terreno.
-¿Por qué?
-Creo que, por un lado,
desde la vieja escuela del cine siempre se pensó: Yo soy director, hago el film
y le digo al compositor que haga lo que quiera con el audio. No piensan que están
haciendo algo audiovisual. Además, el animador suele ser gente de lápiz y
estar más conectada con el ojo que con el oído.
-¿Qué otras
características definen el perfil del animador de autor?
-En general, el animador
es un artesano. Un director de imagen real suele ser incapaz de dibujar, pintar
o reparar algo roto. Los cineastas de animación, en cambio, se acostumbran a
mover las manos.
-En el nivel
global, ¿cree que hay un auge en la animación para adultos?
-Hay un error general que
debe solucionarse: la animación no nació para los niños. Cuando Disney, a
principios de los años 30, descubrió que a los chicos les gustaba la animación,
decidió que su target tenía que ser ése. Pero competidores como Chuck Jones y
Tex Avery seguían haciendo películas para todos, y sobre todo para adultos. El
imperio de Disney hizo que, desde los años 50, todos pensaran que la animación
había sido hecha para el público infantil, hasta tal punto que cuando la
televisión empezó a transmitir películas de Avery, por ejemplo, las presentó
para los chicos. Y la violencia irritó a muchas madres. No había nada menos
"educativo" que Tex Avery.
-Al ser una
actividad que muchos hacen en su casa, ¿es más fácil encontrar autores?
-Sí, pero eso es bueno y
malo. La posibilidad de empezar inmediatamente le da a la gente mucho
entusiasmo, que se plasma en la obra. Al mismo tiempo, si uno no tiene autocrítica,
hace todo lo que quiere sin pensar en qué debe mejorar. Creo que cada director
tiene que tener un productor, alguien que le diga que eso que a él le gusta, a
los demás no. La animación no puede ser algo únicamente personal. Porque los
animadores, en solitario, repiten, repiten, repiten.
-¿No pensó
alguna vez en animar?
-Soy un buen crítico, no
hay razón para volverme un mal director. Además, si trabajo seriamente en mi
profesión, tengo que ser igual con todos, respetar y ser respetado. Si hago un
film cualquiera, que no sea el mejor de todos los tiempos, los animadores van a
preguntarme cómo puedo juzgarlos a ellos.

El
planeta indie rosarino
Pablo Rodríguez Jáuregui cree que se convirtió en
animador de culto por estar "en la periferia", desde el punto de vista
porteño. Trabaja con autonomía, habla de agruparse y plantea opciones para
crear y no morir en el intento

CORDOBA.-
Hace poco le dijeron que, por ese camino, siempre iba a jugar en la B. Pero, ¿el
camino hacia dónde? Pablo Rodríguez Jáuregui no lo tiene muy claro. Mantener
el prestigio no lo perturba: si un amigo le pide un trabajo en dos días, lo
hace y lo firma, sin demasiada posproducción. Tampoco planea un largo ni tiene
el sueño de estrenar comercialmente en un cine. Claro que sí quiere que su
material se vea. "Pero es otro circuito. A Juan Antín le salió bien con
Mercano, porque salió vivo, pero es tratar de insertarse en un mundo donde todo
es muy desparejo. Van a estrenar El Señor de los Anillos al lado tuyo, no se
puede correr contra eso."
Siempre en Rosario, Rodríguez Jáuregui comenzó a investigar en los años 80
con una cámara Súper 8, continuó con animación computada cuando accedió a
una Commodore Amiga y se convirtió en referente con el paso del tiempo, de la
mano (tecnológica) del Flash y trabajando cabeza a cabeza con Fernando
Kabusacki, con quien armó un dúo inseparable: desde entonces, la animación y
la música se complementan y juntos producen a otros artistas rosarinos.
"Nos estamos jugando a la autonomía total: cero guita de presupuesto,
proponiendo a los dibujantes producir el material y posproducir en mi casa. Cada
uno es dueño de su trabajo y hacemos un convenio para ganancias futuras."
El nombre del proyecto es The Planet y haber vendido material en Japón
(Kabusacki tiene allí muchos seguidores) no sólo les sirve de experiencia:
Rodríguez Jáuregui reinvirtió el dinero en un proyector, una pantalla y una
filmadora. "Es de cabotaje, pero podemos exhibir por las nuestras. En diez
o quince funciones se reúne tanta gente como en un estreno nacional chico. Y no
estás debiendo favores ni sacándote una foto con alguien que dentro de tres
meses va a estar en cana."
-¿Pasa por ahí la idea de independencia?
-Los dos o tres cineastas rosarinos que han logrado hacer un largo con apoyo del
Incaa invirtieron años desatando el nudo de los reglamentos, haciendo pasillo.
En los festivales, yo me agarro a los piñazos con los colegas independientes,
donde lo primero que sale en las reuniones es hacer una especie de piquete para
que el instituto largue una guita, o ese tipo de cosas. Entonces yo digo:
"Loco, ¿tenés cámara? Sí. ¿Tenés isla de edición? Sí. ¿Y para qué
necesitás la guita? Porque las luces, la grúa... ¿Pero no podés filmar sin
grúa?" Qué sé yo. No le quiero dar consejos a nadie, pero hay una
contradicción, una ambigüedad en para qué estás laburando.
Mientras recopila las animaciones rosarinas de los últimos 15 años, así como
lo hizo -junto con Fernando Martín Peña- con el trabajo de su maestro y
referente Luis Bras, el realizador habla de agruparse con otros animadores.
"Está la intención. Después del asado, decimos: «¿Por qué no nos
juntamos y hacemos algo?» Pero pasa lo mismo. En lugar de ponernos a dibujar o
hablar de conceptos, aparece la rosca. Mucha gente me dice: «Vos, con la chapa
que tenés, podés pedir que te den medio palo». Si a mí el Incaa me da medio
palo, no me ve nunca más. Ni a mí ni a la película -se ríe-. Hago la gran
Fendrich. Con tanta producción en el mundo, nadie está esperando la mía."

Quitarse el cerebro, mezclarlo en una palangana y ponérselo de nuevo. Así
siente Rodríguez Jáuregui -que fue jurado del festival Anima- que trabajan
algunos animadores. "En estos encuentros siempre tengo la misma curva: los
primeros dos días siento mucho entusiasmo, después me angustio y al final odio
a todos los realizadores. ¿Qué hacen perdiendo el tiempo dibujando? ¿Por qué
no se buscan una mina? Mientras vos estás haciendo tu pavada en tu casa, tenés
a todos estos tipos que hacen simultáneamente lo mismo, con ideas
maravillosas." No se trata de frustración, sino de salir ileso. "Tal
vez te pasás las cuatro horas viendo animación y no te pasa nada -agrega-.
Pero si estás tratando de sintonizar con el realizador, pensar en dónde estaba
al hacer el corto, cómo arrancó, de dónde sacó esa herramienta... A la
quinta película fisuraste."

En Anima, sólo seis películas argentinas se presentaron en competencia. La
mayor parte se vio en la sección Internet. "Es necesario hacer un registro
de todo lo que hay, porque mucho ni siquiera se ve en festivales como éste, que
se hace en el país. Si el panorama es "Patoruzito" y "Alejo y
Valentina", sin nada en el medio, largos de un millón de dólares y cortos
de pibes de 15 años haciendo animación en su casa para subirla a un sitio...
Tal vez no salga una combinación exportable, sino algo medio desprolijo. Pero
creo que están pasando muchas cosas más. Hay circulando ideas y conceptos, es
una olla de presión." El concepto de festival electrónico, dice, le vuela
la cabeza. Participar vía Internet de encuentros de animación de este tipo le
parece una gran alternativa. "También se puede hacer un film para bajar en
VideoCD y ponerlo en DVD, una peli bien al palo. Empecemos a correr por el lado
de los contenidos, no del armamento. Lo tuyo de DVcam y lo mío High Definition.
Los pibes que están realmente calientes por hacer cosas, sacan material muy
fuerte en cualquier formato, le dan para adelante."